Unos días después de escribir mi anterior entrada “El desentrenamiento (o qué ocurre cuando dejamos de entrenar)”, mi buena amiga Brenda Barrett me envió un correo electrónico y me hizo la pregunta que da título a esta nueva entrada: ¿qué ocurre cuando no empiezas a entrenar?
Me pareció que se trata de una pregunta excelente, así que decidí intentar dar una respuesta a Brenda (y a cualquiera que lea este blog). Debo admitir que he estado tan centrado en el rendimiento deportivo a lo largo de mi carrera como fisiólogo que no soy un experto en las áreas de la fisiología del ejercicio relevantes para responder adecuadamente la pregunta anterior. Por lo tanto, he decidido tomar prestado un texto de mi gran amigo y colega el Profesor John Hawley, Director del Exercise Metabolism Research Group, RMIT University en Melbourne, quien, en colaboración con el Profesor John O. Holloszy, de la Division of Geriatrics and Gerontology, Washington University en St. Louis, escribió un excelente artículo titulado “Exercise: it’s the real thing!” Nutrition Reviews Vol. 67 (3):172-178, 2009.
Así que aquí está mi respuesta a la pregunta de Brenda:
“Mientras la inactividad física ha emergido como gran factor de riesgo implicado en muchas alteraciones de ‘estilo de vida’, se sabe desde hace mucho tiempo que la actividad física regular (es decir, el entrenamiento físico), además de prevenir la obesidad, provoca multitud de adaptaciones favorables en el músculo esquelético y el sistema cardiorrespiratorio, las cuales tienen consecuencias positivas tanto para la prevención como para el tratamiento de casi todos los estados de enfermedad metabólica. Sin embargo, entre un 50% y un 70% de los adultos estadounidenses no practican suficiente actividad física como para proporcionarles beneficios de salud, y un 25% de los adultos no son en absoluto activos durante su tiempo de ocio. De hecho, la mayoría de las personas en las naciones industrializadas han elegido ignorar las indicaciones de actividad física mínima recomendada por organizaciones de la salud, como el Colegio Americano de Medicina del Deporte, y sufrirán las consecuencias.”
“El ejercicio vigoroso regular ha sido necesario para la supervivencia a lo largo de la evolución. Solamente durante los últimos 50 años se ha hecho posible para la gente vivir con una actividad física mínima. No estamos adaptados genéticamente para el estilo de vida sedentario que ha pasado a ser tan prevalente en las naciones desarrolladas. La falta de ejercicio es por tanto anormal y también poco saludable, acarreando obesidad, resistencia a la insulina, diabetes tipo 2 y aumento del riesgo de desarrollar arterioesclerosis y cáncer. Una vida sedentaria es ahora tan prevalente que se ha hecho habitual decir que el ejercicio aporta ‘beneficios para la salud’, a pesar de que el estar ‘entrenado al ejercicio’ es el estado biológico normal. Lo que es anormal y conlleva riesgos para la salud es la falta de ejercicio.”
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